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viernes, 13 de junio de 2014

Mundial 14: Tropas de Élite.


Tropas de Élite, mundialistas. (Por Nino Martínez)


El director brasileño José Padilha, nos avanzó como podían resolverse los asuntos desagradables en su país, Brasil. Inolvidable organizador del Mundial de Fútbol 2014 y de las revueltas contra la marginación y las diferencias sociales y laborales en la actualidad más palpitante. Como un punterazo en un balón que botando como playero se cuela en la portería contraria. Un señor puntapié en el trasero de los cariacontecidos croatas. Así se quedaron con la foto.

Este Mundial que pareciera jugarse en las playas de Ipanema, tostándose cuerpos divinos al Sol de latitudes ecuatoriales, desde terrazas barridas por olas calurosas de enfebrecidos e irritados soldados enmascarados, dejan un aroma a tostada no por el sol más bien por el cóctel preparado. Tácticas de guerrillas contra las tropas de aquel BOPE cinéfilo, cargados de balas explosivas de intimidación que estallan en el rostro de cualquier transeúnte, o aquellos bajados de las favelas de Río que destrozan entidades del supuesto capitalismo de élite. Golpes con la zurda como los míticos brasileiros de pies chicos y zapatazos por la escuadra.

El jogo bonito se propicia más por garrotazos que por taconazos, menos por garotas que por carotas. Cariocas del esférico enmascarado de la bola que ellos llaman ´taça´ y nosotros copa, y es un hercúleo sujetado el mundo dorado, capitalista. Balones a las redes para pescar algo de protagonismo, para asustar a los turistas y para quemar la propia, con su color verdi-gualda y su Bola del mundo. Instantáneas que quedarán en sus cámaras de turismo de fútbol salvaje, otrora coronadas por atardeceres desde el Pan de Azúcar de la bahía Guanabara o de su Cristo Redentor, también vestida en otra época de la amarilla y nueves de relumbrón.

Pero, también será recordado por músicas estridentes, horteramente bailongas, pachangas de perreos a lo Pitbull que no me emocionan, por el Rock de los perdidos Pantera o el amigo Roberto Carlos (futbolista y cantante recordados por estos lares), así como por la sangre derramada de algunos golpeados, por sonido de cristales rotos a la orilla de la playa y alaridos entre el miedo y la repulsa. Una revolución de ruidos mezclados con carracas o guguzelas de antaño. Soles y sones brasileiros al fuego de los goles.
Las tropas de Élite han eliminado (o querido más bien) desterrar la pobreza y el paro, el hambre de los niños afavelados, pero les ha estallado en la bandera, como mendigos en pie de guerra tapando a las élites del balón de cuero.

Estos vuelos playeros sobre la red de Copacabana se han vuelto incontrolables, la tropa de futbolistas multimillonarios se han visto mancillados en sus juegos sobre el verde, sus camisetas manchadas con el hollín de las antorchas, quemadas por el patriotismo de escuela pobre. Ellos que se enfundan en colores por la patria, por el honor y llenan de sudor sus entretelas, que llevan el grito de millones de compañeros al otro lado del charco, se ven ensombrecidos, tal vez, perdidos.
Salvo el caso de algunos (que también los habrá, que se calzan los colores por el dorado del dinero solamente), estas tropas de élite no son exclusivas en las primeras páginas de los informativos y diarios.

La otra tropa, la de los turistas que aún conservan sus trabajos en este planeta llamado fútbol, vienen con gastos desembolsados a quilate, poseen los suficientes posibles para un viaje al Brasil de Pelé, Zico o Ronaldinho. Más estancia, alimentos bañados en mandioca y buenos crustáceos o churrascos, un Brasil plagado de carnosidad y deleite, de caipirinhas y ron coco con sombrillas desplegadas con color de enseñas.
Existe esa otra tropa, que parece oculta pero no. La de los mandamases del deporte balompédico, de adláteres de Blatter el no comandante sino general de FIFA. Ese escuadró de Élite de peladores de langostinos y dignos representantes del buen vivir y mejor yantar. Mantener su status es la misión, ante los pobres protestantes y curiosos hinchas del deporte, sofocar las posibles revueltas mundialistas con mano de hierro ninja. Sublevaciones de la manada de la gran Brasilia o Río, desde Natal a Pernambuco, aunque con ello se le salten los colores a más de uno, incluso japonés.

En fin, el negocio debe continuar con Brasil a la cabeza al ser posible, aún con ridículo inaugural por delante, seleccionar puntos a favor tan grandes como la bandera del Japón. Aquel Nishimura, que sobrevoló el área al grito de banzai, dejando el punto de penalti en propiedad de los sorprendidos defensas de Croacia ante tanto toque... de pito. Lógicamente, luego le rodearon pidiéndole más que explicaciones un harakiri conceptual, metafísico y de conciencia. Joder, es que nos han dejado el culete como tu propio color, humillado, rojizo por tanta fricción.

Hoy empezará, la tropa de Élite de la Roja (no la de Chile que se autoproclama como auténtica, una batalla en toda regla), contra los dadores de patadas en el pecho de los del Bosque, Dubois para franceses o Vincent of Wood para anglófilos. Todo aderezado con un ariete de aquí, es decir, de allá. Un lío en Río, que si llega a la final con Brasil no deseará haber marcado jamás de los jamases, una Costa para los mosquitos que pican como balones de footvolley en la Praia Vermelha, más rojo, más sangre.

Mejor sería no marcarles en la final, o que pongan al de Japón.

Hasta el próximo relato mundialista, amigos. Obrigado.

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