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martes, 24 de junio de 2014

El Final de la Cuenta Atrás: España.


El fútbol y la ciencia ficción.

En 1980 un director llamado Don Taylor, que en sus primeras épocas en Hollywood actuaría en películas clásicas como Naked City, Infierno en las nubes, Stalag 17 o El Padre de la Novia, pasaría a su faceta de director con varios filmes de ciencia ficción. Huida del Planeta de los Simios, La Isla del Doctor Moreau, Damien: La Profecía II o la recordada por todos El Final de la Cuenta Atrás.
Hoy en 2014, me ha parecido ponerle este título al presente comentario sobre deporte y efectos atmosféricos, tras la tormenta y el estruendoso trueno de anoche.

Muchos aficionados al balompié y a la selección española, habrán despertado sobresaltados con la potente explosión de la atmósfera veraniega, y porqué no recordar esta mañana al largometraje interpretado por Martin Sheen y el capitán Matthew Yelland de Kirk Douglas, dos jefes mayores de la marina estadounidense embarcados en un portaaviones que existió realmente, y de nombre USS Nimitz en honor a un jefe de la marina en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.

También existió el relámpago que impactara en el fuselaje del avión que devolvía a los jugadores a territorio hispano. Pero, muy diferente es que cayeran en esa especie de agujero espacio-temporal, un agujero de gusano para cadáveres vivientes en busca de sus vacaciones estivales. Podría haberse tratado del recuerdo de un viaje en el tiempo cinematográfico, aquel navío moderno se trasladó a una época dónde podría haber cambiado la historia del ataque japonés a Pearl Harbour, creando una paradoja en la historia de la guerra.
Sin embargo, sólo se trató de un pequeño susto. No hubo cuenta atrás, ni llegamos a la final de la Copa del Mundo.

Si hubiese sido una película de ciencia ficción, los componentes de la armada o Furia roja, tendrían la posibilidad de cambiar la triste historia de 2014. Bastando tan sólo unas pocas semanas, verían los errores cometidos en tiempos pretéritos, y el capitán del navío hubiera tenido la opción de cambiar los peones del tablero de juego. Cambiar el guion decepcionante, casi sonrojante, ante la caída del ataque de la Naranja Mecánica, entrando como cuchillo candente en nuestra defensa de mantequilla.

El capitán Vicente Del Bosque al mando de la nave, se hubiera hecho cruces (o no, tal vez) tachando de la lista a algunos elementos distorsionadores de la realidad, no convencidos de sus posibilidades, algo encorsetados y envejecidos. Los héroes de Curitiba, podían haberse trasladado a otra localidad más calurosa para adaptarse a las condiciones de la batalla, quizás la Federación española de fútbol, habría cambiado los planes y las temperaturas.

No hace falta remontarse muchos años como en el filme, solamente unas semanas tras vencer el Real Madrid en la final de Champions (aunque muchos antimadridistas preferirían unos segundos antes al gol de Ramos), despertar del antimadridismo enfermizo. Cambiar los planes.
Hubiera bastado unos días tan solo, cuando el equipo se enfrentó a Chile y se necesitaban piezas más motivadas, la unión de unos centrales ´descentralizados´, poner la maravilla en el campo en sus últimos momentos en la Furia en lugar de una Costa medio baldía y sin mordida; o devolver a Casillas su flor.

Muchos se conformarían al día que Del Bosque da los nombres en la lista, emerger en su mente tormentosa y elegir a otros candidatos que quedarían fuera de la competición más prestigiosa habiendo hecho un gran año deportivo. Ponernos en su lugar, pues él no hubiera cambiado su opinión de morir de nuevo con las viejas y gloriosas botas puestas. Algunos se volverían más allá, mucho antes en el tiempo, antes que las regiones o comunidades ruinosas de esta España actual, pobre, se volvieran las unas contra las otras, y se lanzaran a pelear por una secesión que acabara con la idea de la unión y la Furia. Ganar solamente con tiki-taka quedó en la historia.

Unas horas antes, minutos en vuelo, las caras hubieran cambiado de gesto. Las palabras gruesas y los insultos con componentes que parecen más críos ricos que luchadores se hubieran ahogado en el océano del olvido, la mala educación no hubiera triunfado, ni las caras largas por sustituciones en los últimos coletazos de carrera, ni los reproches por decir la verdad en los micrófonos, probablemente, las posiciones que nos separan sin posibilidad de acercamiento personal no estarían ya en bermudas, unos viajando y otros con sus chicas en la playa. Vaya equipo, vaya tiempos.

Ahora, nos queda rezar para que ese relámpago no fulminase a los nuestros en vuelo, hubiese sido un final demasiado ruidoso y macarra (ver a Jordi Alba calcinado junto a Matallanas, qué terrible encuentro de puños) dos bombarderos enfrentados en pleno vuelo. Las elementos se confabularon para el recuerdo de la gran pantalla y unos nombres que se hicieron pequeños, menos tres y sus chicas, que quedarían con el molde y el bañador puesto sin billete de vuelta.
Por tanto, si el rayo golpeando el avión hubiera devuelto a los nuestros al pasado, tres no se hubieran teletransportado, y por consiguiente no hubieran podido jugar en el campo de batalla brasileño. Ese supuesto túnel marcaría un destino vacacional para ellos, con sus bermudas y chanclas, uno en la Costa, otro moviendo las caderas junto a su amigo de saliva en otros tiempos.

El capitán, en ese caso, no hubiera tenido más remedio que sacar a jugar a los que quedaron con la Furia en el cuerpo y en casa.
Pero, esa es otra historia, una de película de ciencia ficción.

Europe- The Final Countdown.



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