Run For Your Lives!
En un día festivo todo tiene que
empezar como debe… Alegre, enfático, amistoso, cálido… Muy caluroso, claro.
Auténtico… ¡calor de Muerte!
En este último World Tour de los
incombustibles metaleros post-góticos, Iron Maiden, se trata precisamente de
Eso… Pero especialmente, de todo lo contrario. La Vida, Su vida… y la de todos
nosotros.
Luego, primero vamos a hablar de
sensaciones, que es lo importante en el sentido personal y colectivo… Trayecto,
calor… atasco, más calor, condensación, en aumento, reencuentros, hot, sudores,
a chorros, de bebidas frescas, que se recalientas en poco… Subidón, calorífico
en compañía, y de otros tipos, entrada, agrupación, mucho calor, concierto,
demasiado en licuefacción, teloneros, Avatar y Hot, primeros mareos, calor
empapado, molestias, hot, delante y detrás, rodeados de alientos, calientes,
sin demasiadas roqueras, subiría el death for warm, a lo bestia, bochornoso, en fin… se
va desvaneciendo, algo, la luz sin ajustados ni melenas unísonas, al viento…
¿Calcetines? Ha, ha…
Sí, es un acertijo privado… Sin
embargo, a pesar de todo y más, los protagonistas verdaderos, con su verdadera
fuerza prehistórica, son Ellos y su música… Que nos invade como nunca, y
traslada a aquellos viejos tiempos, casi (reciente aún el fallecimiento de Paul
Di´Anno), casi sin Bruce, omnipresente, donde nos paseamos por barrios y sus
callejones, desde Alcorcón a la Avenida Acacia, en los calientes 80. Steve
Harris, bajista y fundador, cambió el estilo londinense del West-Ham o Thames
Ironworks, por los eléctricos acordes de una Dama de Hierro, y sus monstruos
eternos… Londres fue el punto de partida de aquella imitación de Fender
Precision Bass de 40 libras… a un peso descomunal en el Heavy Metal y el rock
& roll.
Se dice que la Doncella fue más literaria,
lírica y cinematográfica, como su prefacio, al tomar prestado de Dumas, el
aspecto del famoso homónimo, El Hombre de la Máscara de Hierro, aventuras y su
ardiente artefacto de tortura. Con estos clavos, y alguno más en la herrería…
dispararon con sus cuerdas de acero hacia algo diferente, al punk-rock, ya con
los extremos dedos de Dave Murray, el batera ya desaparecido Clive Burr – que
conocía a Bruce Dickinson de otro Samson -, y Adrian Smith, colega de Murray y
compositor también, del tema 2 Minutes to Midnight… un himno enfático de la
noche. Y todo sonó ya a invitación, de época.
Con Mr. Bruce Dickinson, y su
garganta melodiosa, en volumen estrujado, en vaivenes, reventando globos
oculares y oídos preparados para el histrionismo, en su puesta de escena. Si le
dejan estos ecos… Comienza el espectáculo, repilotando…
Teatral… representación de las
Pesadillas.
Los derroteros de este camino vital,
son meridianos… Bruce aparece vestido de trovador, con sus mallas ajustadas,
tal vez caquis, marrones y negras, más punk que nunca, perfilado con una
brillante chupa de cuero y pelo argenta. Y aquellos oscuros callejones, los de
la memoria, también se tiñen de colores, de sangre o fuego, alimentando la
llama que no calentaba, hasta el hervor. Y entre los monstruos, nos rodeamos de
imágenes, que sonaban tan clásicas como los cuchillos lanzados en Killers, y
todos sus hombres de las mil caras, se representan en las pantallas gigantes, y
el cine de terror nos vuelve a visitar con Eddie. Running Free, por ahí…
Remember Tomorrow, ¿no…? Las máscaras se dispararon a la cabeza.
La Videoteca Clásica, aún sin noche,
aumenta el sofoco hasta el Clairvoyant, que no para en la mente, pues comienza
a correr un chascarrillo en el aire… “No se entiende un pimiento, morrón como
la cabeza de Eddie, y esto ha costado un riñón…”. Además, no me dejaron entrar
con una botella de plástico que contenía un hielo en su interior, sin tapón, y
por ley… cuando venden bebidas con ellos a discreción, y te quitan un potosí en
su precio, tal que el oro de una estrella decadente…
En fin, alguien comenta que en la
grada, pringosa por la acumulación de cadáveres, más anticuados – ya que arriba
no se ven demasiados imberbes en acción metalera-, pues, que se oye peor que en
el foso, de los fieles, metafísico, primera lanzadera del patio de aquellos
colegios, demenciales. Demoniacos. No lo dudes, la edad no perdona…
Entonces, el Metropolitano – ya van
dos veces -, no es un estadio bien canalizado para escuchar un concierto desde
sus graderíos, y jode mucho, el sableo pirata, como los 13 leuros de postín, que
te cuesta un vaso de 700 ml. de birra. Una jodida pasada para rockeros o no,
que envuelve en oro a más de 5 o 6… músicos, en un estribillo constante.
Ciertas costumbres son inalterables,
aunque nos pese en el bolsillo, negocios, cerrar de ojos, estafas.. a los
pobres mortales, digo… como otras salvajes, que nos recuerdan que somos así,
carne y huesos, regados con sangre, y alcohol del engaño, en diferentes
cantidades… y recubiertos de animosidad y amistad.
Es como la Vida de los Maiden, no del
británico Brian – que pudiera ser…-, cincuentón,
en su sentido del humor más macabro -, miembros de un todo, de Nosotros, el otro
lado del homenaje, frente a su increíble poder incombustible. Cuando los
mensaje, pueden ir codificados, en matrices infernales de 6 x 6, cuyo resultado
inevitable es… ¡maldición!
Se alza el telón, en rojo o no, pareciera
un chista… pese a todo, y ese ruido que rechina… en varias direcciones. ¡Up the
Irons!
El Acto… de Fe.
Dividimos esta representación, de
puños y dedos saltimbanquis, en tres definidos actos, donde el primero es el de
los monstruos de las pesadillas, en radiografía de varias etapas vitales, como
si fuéramos nosotros espectadores de una autobiografía, escrita por nuestro
cerebro. Y es un gran guiñol, a la vez, entre mortalidad, y lo casi… eterno.
No sé, a las primeras de cambio, aún
diurnas, ruidosas y agobiante, por el calor inhumano… el cuero ha desaparecido.
Y un amigo recuerda, que no se entera ni de la canción de que se trata, pues
las distorsiones de guitarras, ondas y ecos repetidos, desvanecen el
entendimiento… Da igual el sonido del determinado garito en Birmingham, ni
Idles of March, ni la madre que les parió, a los asesinatos en la Calle Morgue,
o Wratchild, con su estribillo, te asciende un poco, y el Killers de nuestros
monstruos infantiles, lo ves como peli. Era el proto-punk, merecedora de
distorsión, o no… y nuestra proto-cinefilia, musical… Con Phantom of the Opera,
algo comienza a cambiar. Haces el esfuerzo, por comprender, tras efímeros
reflejos de Bestias y su número, entre la literatura fantástica o la ficción élfica
del Norte, el expresionismo germano-céntrico, y los voraces seises de la
Universal. Más allá… del océano, como aquel.
Todo ha mejorado ya en nocturnidad,
se respira mejor y las orejas se abren como contenedores de épocas, ya a todo
color como la british Hammer, como si Eddie fuera la momia egipcia, y Bruce y
los suyos, los resucitados, hacia el apogeo de la mencionada 2 para Medianoche…
la apoteosis nuclear de Madrid metalero.
El sobre… alto y acto.
Ya todo parece ir sobre ruedas, a
pesar del colapsar de sonidos, unísonos, que apagan algo la voz de Mr.
Dickinson, entonando en la cantina madrileña, de los efluvios alcohólicos – y
alguno más -, el Rime of The Ancient Mariner, salpicando de gusto al personal,
agradecidos con el nacimiento del Séptimo Hijo, y llegando a la magistratura
con Hallowed by the Name, donde la Muerte es tan real, como las
representaciones en las obras manufacturadas digitalmente en escenarios
modernos (me acuerdo de Stranger Things), persiguiendo a la sombra de un
ahorcado… cada susto en su sitio.
Ya con Run to the Hills, es el
éxtasis y la concordia grupal, en un catálogo de antaño, magistral. Pero…
amigos, esto es comenzó con drama… y la sobreactuación, casi nunca nos ha
gustado. No lo digo por los protagonistas, que hacen su trabajo por unos buenos
dineros, e intentan alegrarnos las vidas… Y hacer un apartado actual, de las
suyas.
Así, el tercer Acto, un tanto
personalizado, sobre excitado diría, iba a dar un giro en los acontecimientos,
del día sofocante y la siniestra, en estado mimético con esas notas… disonantes.
Aunque jode un poco la identidad ambiental, de los Seat´s que dejaste, los
recuerdos a gritos, los ecos de los himnos, lo que fumamos y dejamos… ¡da igual
ya!
Ves la representación, como ido, como
una esencia fantasmal… mientras ves, una ola de puños y cabezas, rebotando en
la memoria, como si fuera un mantra del rock que llevas en las venas. Las
momias se han convertido en una batalla épica, con nosotros mismos, y lo que te
cuentan, es que te suena ya… a maldición. Tal que una fotografía reiterada del
mundo, en reverberación temporal. Somos la tropa, y alguno, se ha desbandado…
como espectro.
Si es un trooper en retirada, una
doncella más o menos mancillada, un piloto cadavérico en el teatro
internacional, de la guerra interminable, el miedo a la obscuridad… que es un asusta
viejas en comparación con la realidad… un 50 Aniversario algo machacado, en
esos momentos. Cuando la mente vuela en solitario, y se sitúa frente a ti, lo
que eres ahora, un simple mortal, un poco esquivo.
Si bien recuerdas a los tuyos, que no
te oyen bien por diversos factores, que… “los estadios ingleses se elevan
pensando en el sonido, para que se concentre en algunos sitios y las frecuencias
repetidas puedan escapar… y que no se debe empezar en el Madrid veraniego,
antes de la caída del Sol”. Joer... En cierto modo, somos como vampiros… a los
que se altera la sangre. Y los bises, pese al oleaje inmenso abajo… ya no
llega, es algo extraño a tu Ser, que te salpica los pies. Cuando los poros se
detienen, la sordina es individual y la transpiración, ha costado un ´güevazo`.
Para qué el acto tercero… apenas para
nada. Una mirada al vacío de los cincuentones o más, a los efluvios en arrobas,
dejaban al margen a los héroes, la música no hace remover tus piernas, un dedo
acusador se eleva… y te señala. Es un juicio, El Final. El ruido se ahoga, en
un mar de sargazos… las sirenas con pechos no existen, son mitos… es hora de la
vuelta al hogar, con sirenas luminosas al fondo, alucinatorias… A casa Odiseo…
Menos supermanes, y a callar. Sin encallar, eso sí…
Los Docus…
Ya fuera de foco, de saltos y puños
alzados a las estrellas del cielo nocturno de Madrid, lejos de fumetas casi
invisibles y vehículos rudimentarios, las terrazas con toldos en la obscuridad,
la jaula del subterráneo… un respiro, por fin. Para recordar que, la guerra es
un estorbo, y lo suyo es evitarlo… por respeto y salud.
En cambio, la Muerte siempre está
presente… no lo digo por nadie en concreto en ese día, sino porque los Maiden
se jactan y juegan con sus sonidos a través de ella. Riéndose desde que éramos
niños… o jóvenes donde no caerse, digamos, ídem. Siempre nos quedará La Vida de
Ritchie Blackmore, y su vital resistencia, el recuerdo de Sly Stone en Vida, o
muerte, d.e.p., pluri o unifamiliar, o ese documental humedecido, recordando a
Mr. Ronnie James Dio… \,,,/
Alguno dirá, ahora que las
generaciones van pasando, unas sobre otras, como olas de flujos y sudor salado…
y que los Iron Maiden, pueden atribuirse ya, unas cuantas… que se componen de
unos de 10 años. Más, personalmente pienso en una quincena más bien, por lo que
desde ese 1971 de fundación de la Doncella eléctrica, ferruginosa, se irían de
las 5 generaciones, o 6, y así de 6 en 6… hasta, y tiro porque me toca… en el
cuello, aprieta la soga…
Y emergió una guitarra... funky!